El pasado viernes 23 de noviembre, a mi
vuelta del Consejo Provincial, me detuve en Alto
Hospicio para visitar a los Hermanos, tener una reunión
con todo el personal del colegio y participar en la
reunión del Directorio de la Fundación.
Con los Hermanos Agustín e Isidro y con Laurita,
voluntaria, nos dirigimos a Tocopilla. Al no poder ir
por la costa, el viaje resultó más largo: 370 kilómetros
de ida y otros tantos de vuelta. Salimos de Alto
Hospicio a las 7 de la mañana y llegamos a eso de las
12.15 horas.
A lo largo del día, tras recorrer en auto o a pie muchas
de las calles de Tocopilla y entrar en contacto con
numerosos tocopillanos, éstas son algunas de mis
impresiones:
Tocopilla
Herida
Tocopilla,
Rincón de Dios, con María
1. Siempre los pobres llevan las de
perder y cargan con la peor parte:
Ciertamente que el terremoto ha sido traidor y no
revela, a primera vista, todos los destrozos que ha
ocasionado. Lo digo porque uno pasa delante de la
Municipalidad y otros edificios grandes, por ejemplo, y
no ve las heridas de muerte que anidan en su interior.
Pero donde sí muestra sus garras destructoras es en las
poblaciones más pobres. Allí la inmensa mayoría de las
casas están marcadas con el cuadrado y una equis en su
interior que significa destrucción. Caminar por las
calles de
esas poblaciones es ver rostros sufrientes,
muchos niños en la calle, escombros, carpas a la puerta
de entrada de las casas para poder dormir en
las noches y, en algunos lugares, mediaguas que se van
instalando de a poco.
Tocopilla, con terremoto o sin él, siempre refleja
pobreza, desempleo y falta de perspectivas para la
juventud. Con el terremoto, la desolación es mayor. Y
ella se anida de modo especial en poblaciones
significativas como La Patria o Alberto Hurtado, por
nombrar algunas.
2. Son muchos los daños causados:
A lo anterior hay que añadir otras casas y centros
destruidos o en proceso de derrumbe. Por nombrar
algunos, ahí están, entre los edificios públicos, la
Municpalidad, parte de la Gobernación, el Hospital, el
Liceo de Hombres y otra escuela, Carabineros, parte del
edificio de Bomberos. Edificios más cercanos a nosotros
y a la Iglesia: la casa donde vivían los Hermanos, que
era de la parroquia; nuestro Centro Champagnat y el
Centro de Pastoral de las Hermanas de la Providencia.
3. El Colegio Sagrada Familia, un himno
a la solidaridad:
Tal vez, el colegio Sagrada Familia, institución
perteneciente al Arzobispado es el edificio que menos
daños ha sufrido, lo cual habla muy bien de la Sra.
Fresia Jaug, bajo cuya gestión se han hecho todas las
construcciones nuevas.
Uno llega al colegio y se da cuenta de que es como el
centro de operaciones. Hay más conscriptos que alumnos y
el patio central está lleno de bolsas de comida,
colchones y otros materiales.
Grupos significativos de alumnos y muchos profesores
desarrollan labores humanitarias a lo largo del día. De un modo
especial, salen en las noches a repartir café y comida a
los pobladores metidos en las carpas.
La Sra. Fresia ha ofrecido el colegio para las
instituciones escolares que deseen realizar la
Licenciatura y en la tarde que estuvimos nos tocó
recibir a la Sra.Yasna Provoste, Ministra de Educación,
quien tuvo una reunión con los alumnos y alumnas de
Cuarto Medio en el salón principal del colegio.
4. Champagnat, herido, bajó pero para
quedarse:
Uno de los momentos emotivos que presenciamos fue la
bajada de Marcelino desde el campanario del Centro
Champagnat. Esa mañana un grupo de alumnos de cuarto
medio del Colegio Sagrada Familia, acompañados de un
profesor, estaba sacando escombros, muebles, artículos
de cocina y distintos otros materiales del Centro para
guardarlos en un pequeño Gimnasio y también en el
Colegio. A quien había que guardar también, como
preciado tesoro era a Marcelino. Desde su torre él
oteaba la población y las
casas más damnificadas. El tuvo también su
herida. No bajaba intacto; una parte de su cuerpo estaba
quebrada. Volvió a repetirse la historia: Marcelino
compasivo, quebrado una vez más ante el dolor, la
ignorancia y la pobreza de tantos niños y jóvenes.
Marcelino subirá algún día, esperamos que no muy tarde,
para quedarse en Tocopilla. El ha entrado en el corazón
de muchos niños, jóvenes y pobres. La Congregación ha
tomado la decisión de reconstruir el Centro Champagnat y
dejárselo a la ciudad, independiente de si los Hermanos
continúan muchos o pocos años allá.
5. Ayudemos a los Hermanos que están en
la calle. Ellos nos ayudaron. Ayudémoslos nosotros
ahora:
Esta leyenda había sido escrita el miércoles anterior, a
la entrada del Centro Champagnat. Nos emocionó verla,
pues revelaba cuán adentro de los corazones de los
pobres ha calado la presencia de los Hermanos en estos
25 años de presencia. Allí estaba Carlos liderando el
servicio de despejar, en ese día, el Centro antes de que
lo derriben. En el Colegio estaba Samuel, como un colega
más, ayudando y sirviendo, haciendo presencia y echando
una
mano (un tanto damnificada). Allí estaban,
muy cerca, en el cementerio clausurado por el movimiento
de tumbas, Juan y Valero, hermanados por la
sangre, por el amor a Tocopilla y por la entrega heroica
a sus gentes. Esa frase resumía todo el cariño que los
tocopillanos sienten por los Hermanos y en ella estaba
condensada todo el trabajo apostólico y misionero de
Valero, Carlos, Germán, Juan, Julián San Esteban, Jesús
Bayo, Tomás, Hernán, Abel Pérez, Pablo, Abel Guerra,
Francisco Bozal, Francisco Alvarez, José Tenas y Samuel.
6. El amor a lo propio y la desconfianza
ante el porvenir:
Curiosamente, en algunas partes todavía quedan rastros
de las banderas negras colocadas hace tiempo, como
protesta, ante la impotencia de sentir los efectos de un
pueblo que se estanca o retrocede. En una de las pasadas
por una de las calles más pobres y damnificadas se me
clavó en el alma la mirada de una mujer
espectacularmente triste, sentada al borde de la
calle, delante de la puerta de la casa casi destruida,
acompañada de una guagua recogida en su regazo. Imagen
de desolación, congoja, dolor, impotencia, tal vez rabia
y resentimiento. Pero allí estaba, como leona,
defendiendo lo suyo, lo
sumamente
poco suyo. Como ella, muchos. No nos iremos de nuestras
casas. ¿Quién nos asegura que vamos a tener algo mejor
Los gritos y lamentos, muchas veces callados y
reprimidos, siguen oyéndose en Tocopilla al mismo tiempo
que los martillazos de los militares construyendo
mediaguas.
A Tocopilla se le ha prometido mucho dinero. ¿Alcanzará
para todos Y si alcanza, ¿cuándo llegará una
reconstrucción que vaya más allá de una mediagua Estas
son las interrogantes que tienen los pobladores. Dios
quiera que no se les muera la esperanza. Ya se les han
muerto tantos sueños.