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Por
Joaquín Meli U.
Publicado:
10 Noviembre 2020
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Por tus ojos misericordiosos, quiero ir al cielo y verlos ya.
Este domingo 8 de noviembre, comenzó un nuevo mes de María, invitamos a toda la familia Marista a participar de esta devoción.
Desde el domingo 8 de noviembre hasta el martes 8 de diciembre la Iglesia Católica en Chile celebra el mes de María, una tradición cristiana inserta en la cultura de nuestro país.

Como es tradición comenzamos el mes de María, un periodo de recogimiento y oración en que nos encomendamos a María, nuestra Buena Madre, preparándonos para la fiesta de la Inmaculada Concepción y como ante sala del período de cuaresma que nos lleva al nacimiento de Jesús.

El origen de nuestro Mes de María en Chile ocurre cuando el Rector del Seminario Pontificio, Monseñor Joaquín Larraín, busca una manera de prepararse a la definición del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854. Es probable que él conociera una antigua costumbre europea de dedicar el mes de mayo a la Buena Madre del Señor y ubicó la celebración del Mes de María desde el 8 de noviembre al 8 de diciembre como manera de dirigirse a la Virgen.

Finalmente fue Monseñor Rodolfo Vergara, quién compone las tradicionales oraciones que hoy tenemos para comenzar y terminar dicha práctica, las cuales fueron rápidamente memorizadas y expandidas por las parroquias de Santiago y el resto del país, el cual se vio aludido por el amor y devoción privilegiada que María tiene en Chile.

Los invitamos a participar de la celebración del Mes haciendo oración en familia o acercándose vía olinen o respetando los aforos sanitario, a su parroquia, plaza, comunidad o colegios en donde se celebre esta devoción Mariana.

Compartimos la oración inicial del Mes de María:

“Oh María, durante el bello mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro Nombre y alabanza. Vuestro santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos. Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas, Oh María, no os dais por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y hay coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una Madre, es la piedad de sus hijos y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes. Sí, los lirios que Vos nos pedís, son la inocencia de nuestros corazones; nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes, consagrado a vuestra gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal. La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos; nos amaremos pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que os es tan querida, y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados. ¡Oh María!, haced producir en el fondo de nuestros corazones, todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den, al fin, frutos de gracias, para poder ser algún día dignos hijos de la más Santa y de la mejor de las Madres”.

Amén.



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